Tras la última entrada la verdad es que me pregunto si no me habré ido de la lengua y desvelado mucho sobre nuestra extinta relación, aunque tampoco me sorprendería que existiesen más personas con una experiencia similar o casi igual.
Me ha entrado la paranoia de que a lo mejor lo lees y te reconoces, pero yo sé que no estás leyendo esto. No eres de entrar a sitios como este. Sin embargo, has de concederme que al final sí que he tenido las agallas de colgar esto en la red, y después de hacerlo me he sentido en un éxtasis tan liberador que tengo el impulso de seguir haciéndolo. Se podría decir que he encontrado una nueva droga: escribirte y lanzarlo al vacío, con la mínima pero no inexistente posibilidad de que llegares a leerme.
Pero volvamos al lío, que cuando tomo otros derroteros no me aclaro. Últimamente he tenido sueños muy raros, en los que veo a personajes de una serie que estoy revisitando, pero también a otras personas de mi vida. No obstante, no me he encontrado contigo. Me pregunto si tú me habrás soñado. No recuerdo si te llegué a contar última vez en la que te vi en el mundo onírico, fue cerca del final. No hace mucho tiempo, pero ya no me acuerdo. ¿Será mi mala memoria o mi inconsciente intentando protegerme de recuerdos hirientes?
Bueno, en aquel sueño nos veíamos en una especie de convergencia entre nuestro instituto y la universidad. Yo tenía cosas que hacer, pero las posponía al atisbarte hablando con tus colegas y prefería robarte unos minutos para charlar a solas. Aceptabas mi propuesta y nos subíamos a la terraza de un edificio para zanjar nuestros asuntos. El cielo se mantenía en un eterno crepúsculo que lo bañaba todo de un fresco rosa y las estrellas levemente visibles irradiaban serenidad. Mientras estuve contigo sentí paz. Tú eras mi estrella. Conversábamos y dejábamos en claro lo que sucedía entre tú y yo. Al final nos quedábamos en silencio, un silencio igual de apacible que estrechaba nuestra confianza renovada. Finalmente parecía que el tiempo volvía a correr, pues oscurecía poco a poco, y nos poníamos a admirar la Vía Láctea.
Una pregunta me acecha desde entonces: ¿Cómo podía quedarme así de imperturbable habiendo tantos lugares en el universo que nunca tendremos la oportunidad de ver? Y tengo la respuesta, ahora es que la tengo: Tú eras mi universo y creía conocerte lo suficiente como para mantenerme en esa calma sepulcral.
A pesar de haber sabido que nunca se llega a conocer a nadie del todo, tuve la arrogancia necesaria para creer que yo sí te conocía. Ahora lo reconozco.
A pesar de haberme prometido que no iba a husmear en tus redes, lo he vuelto a hacer, y es por eso que supe que tú también tuviste un sueño extraño como los que me aquejan a mí.
Y, a pesar de quizá ya haberte contado ese último sueño en el que te vi, he querido revivir aquel momento porque me hacía falta un análisis.
En mi sueño no quedaban asuntos pendientes, mientras que en la vida real me tienes escribiéndote entradas en un blog. Comprendo los sueños como una manera del subconsciente de lidiar con lo que nos abruma en la vigilia. Alguna vez quise creer en la oniromancia, pero sabes que mi escepticismo termina siempre sobrepasando con creces cualquier intento de fe ajena a mi ser y mis posibilidades, así que esa idea queda descartada. Mi conclusión es, pues, que en aquel momento en el que te soñé, por más que quisiese sentir el horrible desconsuelo de nuestra inminente separación, inconscientemente yo y solo yo osaba darme aliento y cobijo. Y hoy, meses después de aquel sueño, anhelo volver a tener esa consideración por mi propio ser.
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