Te echo de menos

29 de marzo de 2022

He pensado muchísimo en cómo manejar esto, y aunque la intención inicial era publicar estos textos en Internet, ahora ya lo estoy dudando. ¿De verdad quiero que alguien más que no seas tú tenga siquiera la posibilidad de acceder a estas cavilaciones mías? Por el momento creo que mantendré los textos como notas en una carpeta, si algún día llego a publicarlas, colgaré de un tirón las que lleve escritas y luego las iré subiendo como vayan saliendo. Pero procuraré respetar las demás reglas, así que seguiré sin dirigirme a ti directamente.



Pero bueno, a lo que nos atañe el día de hoy. No sabía con qué tema abrir todo esto pero al parecer será el más predecible que pueda haber: que te echo de menos. Y no sé si esto se convierta en un título regular en estos textos, porque va haber más días en los que eche de menos algo de ti, seguramente.


Ahora, aquí hay truco. Por supuesto que muchas veces nos hemos dicho cuánto nos echamos de menos, y sí, te echo de menos en ese sentido superficial que es el primero que se nos viene a la cabeza. A pesar de todo lo que pasó y la confianza que te perdí que jamás volverá, te sigo echando de menos.


Ahora bien, lo que nunca tuve la oportunidad de explicarte es que ya desde antes echaba mucho en falta a la persona que yo conocí. Durante estos ocho años, aunque de hablar fueron siete, ¿no?, hemos cambiado mogollón. Ya no somos aquellas dos personas extremadamente jóvenes con la vida por delante como se suele decir, pero que en realidad llevaban toda una vida por detrás, encadenándolas para que no pudiesen ser libres. Recordarás que te conté que el primer pensamiento que pasó por mi cabeza al verte por vez primera aquel día horrorosamente estival es que tenías un atractivo excepcional. Y lo sigo creyendo cuando veo fotos de ti, aunque ya no he visto las más recientes, la última que vi fue de hace unos meses. En fin, que me encanta tu rostro. Desde el primer momento soñé con alguna vez llegar a hablarte, cosa que más pronto que tarde se convirtió en realidad.


A veces me pregunto qué habría pasado si nada de eso hubiese tenido lugar. Si jamás hubiésemos coincidido, si jamás te hubiese visto, si nunca te hubiese hablado. ¿Seguiríamos con vida a día de hoy? En mi mente está muy arraigada la idea de que fuimos como flotadores recíprocos, nos mantuvimos en un abrazo que nos impidió ahogarnos en aquel vasto océano de mierda adolescente. Y creo que tú también lo pensabas. ¿Lo seguirás pensando?


No sé si a ti te pase, pero a mí me resulta muy curioso no recordar tu rostro. Creo que ha sido de las primeras cosas que olvidé. Además, el rostro cambia mucho, nunca se mantiene igual. Al ver una foto te identifico, obviamente; sin embargo, si yo hago un esfuerzo consciente para acordarme de tu semblante, no logro imaginarlo. Puedo ver recuerdos que pasamos en compañía, recuerdo nuestras acciones y parte de nuestras palabras, pero por más que me esfuerce no logro crearme una imagen fiel a tu rostro en ese instante. Supongo que ya se habrá perdido. Era algo efímero, únicamente perteneciente a aquel momento, y con él se desvaneció, sin que pudiera siquiera atraparlo en la memoria.


Bueno, te decía que extraño en demasía a aquella persona que fui conociendo con el paso de los meses, primero intercambiando digitalmente intereses mientras me aquejaba la varicela, hasta después sentarme al lado de ti en muchas de las asignaturas; aquella persona de la que me enamoré.


Me consta que es algo bastante egoísta de decir. Pero no quiero que lo tomes así. Sí, extraño cómo eras en aquel entonces; si te comparo con la persona que eres ahora ya no te reconozco y ya no tienes ese mismo efecto en mí. Te sigo queriendo mucho, supongo que es más una especie de cariño que un quererte como antes. A pesar de ello, lo que no quiero es que vuelvas a ser como antaño; has evolucionado y es muy bello verte crecer, para bien o para mal. Además sé lo mucho que sufrías en aquella época. Sufríamos por separado, pero al final terminamos por hablar un poco de ello, aunque sé que no lo dijimos todo. Ese podría ser otro tema para después.


El punto es que echo de menos aquella sonrisa tímida que sobresalía de tus labios cada vez que charlábamos de algo que considerábamos prohibido. Echo de menos que lo compartiéramos casi todo, que nuestros intereses fueran tan similares y que entre tú y yo no existiera esa distancia que sí existía entre el mundo  y nuestras vidas. Éramos la escoria de la sociedad escolar, tanto tú como yo pensábamos que era menester encajar y ganarnos un lugar en ella para obtener la validación de nuestra existencia. Pero aprendimos que no había necesidad. A pesar de ello, con los cambios que conlleva el paso del tiempo, yo me aferré y sigo creyendo firmemente en jamás salir de la periferia; tú, por el contrario, has vuelto a intentar encajar.


Sabemos que este mundo no es un lugar para personas como tú y como yo; no obstante, tú tienes más posibilidades que yo de entrar. No te culpo por querer aprovecharlas, supongo que de tener la oportunidad yo también lo intentaría. Pero ya me cansé de intentar encajar en un rompecabezas que no tiene cabida para mí. Y no pienso moldearme y cambiar quien soy para entrar en un sitio que no me corresponde. Es algo triste ver que por querer ese lugar has cambiado muchas cosas de ti que te volvían tú. Si es lo que quieres, yo no puedo hacer nada, al fin y al cabo, tu vida te pertenece y yo no tengo ya ninguna voz para opinar en ella.



A veces me pregunto dos cosas. Una: si tú también te echas de menos, dejando de lado todo el dolor que sufriste en esa etapa, ¿te gustaría recuperar facetas de aquella persona que solías ser? Dos: si echas de menos a alguna de las versiones de mí que conociste a lo largo de todos estos años.


A la primera no le he encontrado una respuesta clara, supongo que sí habrá aspectos de tu personalidad que quisieras recobrar.


A la segunda sí que le tengo una respuesta un poco más clara, empero, sin tener la posibilidad de que me la confirmes, no son más que meras especulaciones. En fin, tengo la convicción de que te gustaría que yo no fuese tan impenitente, que no juzgara con mano firme a todo aquello que me daña. Que fuese más dócil, vaya, como lo era antes. A fin de cuentas, que haya dejado de ser tan complaciente constituyó gran parte de nuestro alejamiento, ¿no?


Aunque lo que no sé es si este distanciamiento nos ha sido favorable. De buenas a primeras, para mí lo ha sido, pero a la vez no, porque te hecho mucho de menos y no puedo dejar de pensar en qué podría ser de nuestra relación si hubiésemos seguido adelante. Quién sabe, igual nos dañábamos peor. O quizá habríamos encontrado un equilibrio que nos permitiese prolongar más la amistad.


Solíamos decir que nos acompañaríamos hasta el final, que queríamos estar ahí hasta envejecer y tener muchas arrugas. Paparruchas. Ahora ni siquiera existe la seguridad de un futuro en el que nos dejen envejecer. ¿Y no es eso mejor? De todos modos, tú ya no estás para mí y yo tampoco estoy para ti.


En conclusión, me gustaría volver a ver a esa persona de la que me enamoré, al menos para despedirme. Todo pasó tan rápido, nuestro cambio pasó como un chasquido y mi corazón se quedó atrapado en el tiempo, anhelando a aquella persona que fuiste y nunca volverás a ser. La paradoja es que tú eres esa persona, me guste o no.