Queremos ver las estrellas (Una critica a la red eléctrica)

cielo Una red sirve para capturar e inmovilizar las vidas, para asesinarlas o esclavizarlas. La red eléctrica no es diferente: la dependencia que nos impone es una esclavitud disfrazada de progreso y libertad, la producción y el consumo de su energía provocan enfermedad y muerte.

¿Las «necesidades» de la electricidad no son, acaso, necesidades inducidas por el sistema? ¿Cuáles son estos famosos beneficios de los cuales gozamos gracias a la energía eléctrica y a su red omnipresente? ¿El despertador que acorta el reposo y mutila nuestros sueños, anunciando la condena de otra jornada de trabajo forzado? ¿La radio que adoctrina nuestro inconsciente mientras desayunamos velozmente, agitados por el pensamiento de llegar tarde, de hacer rabiar – según el caso – al patrón o al profesor? ¿El metro, el trenvia, los buses eléctricos «ecológicos» o los trenes que nos trasportan y nos arrastran hacia los lugares de explotación y reclusión como unos pisos rodantes en un enorme matadero? ¿Los semáforos que regulan y limitan nuestros desplazamientos, en coches o andando? ¿Las videocámaras que, como un ejército de gárgolas, vigilan cada uno de nuestros movimientos e intentan inducirnos el miedo de actuar, para mantener el status quo? ¿Y que consagran el paso desde la visión medieval cristocéntrica del universo, atravesando aquella antropocéntrica renacentista, a la total deshumanización y desvitalización tecnocéntrica actual?

¿O necesitamos sencillamente detenernos sobre los beneficios de la existencia y expansión de la industria? Morimos trabajando, en el mismo lugar de esclavitud, o morimos más tarde en lenta agonía a causa de las enfermedades generadas por el trabajo (sin olvidar los espíritus aplastados por la sumisíon o las corbatas que, dividiendo la cabeza del cuerpo, sofocan hasta la muerte). Fuera del lugar del trabajo: envenenamiento difundido, democrático, generoso.

Es la red eléctrica que permite el funcionamiento de los polígonos industriales, la producción de bienes de consumo innecesarios así como de piezas destinadas a las guerras de conquista o aquellas enmascaradas de conflictos étnicos/regionales/religiosos. Es la misma red que mantiene en vida los aparatos estatales e internacionales, sus burocracias y ramificaciones, los sistemas de comunicación, los bancos, las escuelas y los otros medios de propaganda, los laboratorios…… La misma energía que alimenta la represión proveniente de las comisarias policiales y de sus sistemas informáticos, archivos criminales. La misma que ilumina las aulas de los tribunales, que hace funcionar los detectores de metal. La misma energía que ayuda a tener los indeseados reclusos en las cárceles, en los campos para inmigrantes o en los hospitales psiquiatricos… mientras los «afortunados» se autoencarcelan in otros nudos de la red eléctrica: supermercados, tiendas, polideportivos, lugares de «arte» y «cultura», restaurantes, bares, discotecas – todo eso igual por la ilusión de «vivir la noche» (o lo poco que puede quedar del día), conscientes en lo profundo que algo no está bien. Pero la sensación de una vida no vivida no se limpia ni con una ducha caliente ni con una inmersión al atardecer en las aguas centellantes de la televisión. No será el playstation (y ninguna otra droga) que resolverá nuestro malestar frente a lo existente; así como la invención de las vacaciones hace un poco más de un siglo no ha sido, no ha podido y nunca podrá ser más que una sencilla válvula de desahogo (ella también es alimentada por la red eléctrica) para mantener en tal modo a los esclavos pacificos y productivos.

Intervenir sobre ésta red – absorbente, portadora de esclavitud y muerte – es atacar las bases del sistema. Tenemos el sol, tenemos el fuego… en realidad la energía eléctrica sirve sólo para mantener en pie ésta sociedad tecnofila. Cierto, una revolución no será carente de dolor, pero, frente a la imposibilidad de «mejorar» un sistema fundado sobre el dominio y la muerte, ¿existe una alternativa más eficaz?

Queremos mirar las estrellas brillar, por todas partes.

Y si este año de verdad tiene que haber un árbol de navidad, que sea iluminado como aquel de la plaza del parlamento de Atenas.

Hasta pronto…

algunos enemigos de la red eléctrica

península iberica verano caliente del 2009